Falso amigo n.º 59: garfo (portugués) ≠ garfio (español)

garfo (portugués) ≠ garfio (español)

Ocurría en el siglo XI. Domenico Selvo, comerciante veneciano, volvía desde Constantinopla tras desposarse con una refinada princesa bizantina. Suponemos que ya en el barco aconsejaba a su esposa sobre mantener ciertas excentricidades en el ámbito privado. Ella no hizo caso.

Parece que a la princesa le desagradaba mancharse las manos al comer, así que se había hecho construir un tenedor. Los venecianos, que eran comerciantes, cosmopolitas y de mente abierta, se vieron superados ante semejante despropósito. ¡Un tenedor! Era lo nunca visto hasta entonces. Se sintieron fascinados y a la vez aterrorizados ante la destreza que la dama exhibía con semejante artilugio. A la mujer la pusieron de vuelta y media; sobre todo San Pedro Damián, que yo creo que en el fondo no le cogía el tranquillo al cachivache ese y la tachaba de indecente, inmoral y no sé cuantas cosas más. Muchos siglos tuvieron que transcurrir todavía hasta que los italianos se convencieron de que para hacer frente a los escurridizos spaghetti no había más remedio que aprender a utilizar el dichoso instrumento. De Italia pasó a París y, poco a poco y venciendo grandes prejuicios, acabó instalándose en la sociedad occidental.

La palabra «tenedor» es tan anodina y tan insípida que no refleja bien su turbulenta historia. En portugués se lo llama garfo, que parece que tiene un poco más de gancho y que lo convierte en falso amigo de garfio. No sólo se parecen en forma, sino que sus significados están más o menos cercanos, pincho arriba pincho abajo. Se podría pensar que tienen un origen etimológico común. Bueno, sí y no.

Las palabras, en su evolución a veces se ven modificadas por otras con las que comparten alguna similitud. El caso de garfos y garfios es paradigmático. Con tantos dientes y ganchos es normal que las palabras se hayan visto embrolladas históricamente. Por un lado está la raíz celta *garra, que significaba parte inferior de la pierna o pata. Se enredó con la palabra árabe غرفۃ (gurfa), que significaba puñado para crear en castellano el concepto garra/garfa, que en la Edad Media eran palabras sinónimas. Hoy en día las «garfas» son las uñas curvas que tienen ciertos animales y las «garras» hacen alusión a las patas armadas con esas garfas. Para llegar al garfo y al garfio intervino un tercer término, el graphium latino, punzón utilizado para escribir. Manteniendo la capacidad de pinchar y arañar salimos del mundo animal para entrar en el de los ingenios e inventos humanos. Quizá el garfio esté mas cercano al graphium y el garfo aproxime más del árabe gurfa (utensilio para coger un puñado), pero no es posible describir evoluciones paralelas.

En la ilustración he intentado mezclar los dos conceptos: El archienemigo de Peter Pan, el Capitán Garfio, ha cambiado la prótesis que le presta el nombre por un garfo, un tenedor.

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