Falso amigo n.º 71: poente (portugués) ≠ puente (español)

poente (portugués) ≠ puente (español)Los dos falsos amigos que se presentan en esta entrada compiten entre sí en fuerza simbólica y capacidad evocadora. Por un lado tenemos al portugués poente, que proviene del latín ponere (=poner) y es equivalente al castellano poniente. Como sustantivo puede significar dos cosas diferentes: el lugar donde el sol se pone, el occidente, o el momento del día en que ocurre esto, el atardecer, el ocaso. En alguna otra entrada ya hemos observado como el portugués tiende a perder más consonantes que el castellano en su evolución desde el latín. Poner en portugués se dice pôr, así que poniente queda en poente.

Desde siempre el ser humano se ha maravillado del repetido camino que el sol recorre a diario por el firmamento. Surge por oriente y se dirige a morir a occidente, para renacer por el este la mañana siguiente. El sol nos visita todos los días desde lo alto, sin tocar la tierra, como si se paseara por una especie de puente invisible. Puente, que en este caso es falso amigo de poente, también deriva del latín, de pons, pontis.

La idea de puente es, en sí misma, fascinante. El puente es ese elemento arquitectónico que nos permite transitar entre dos realidades diferentes. Es algo casi mágico. Falsos amigos en realidad va sobre puentes, sobre las conexiones que lanzamos entre dos idiomas diferentes. Conexiones que a veces nos llevan a lugares insospechados. Cruzar un puente es una aventura.

En la imagen he unido la imagen del puente, con la del poente, lugar físico (occidente) y temporal (atardecer). El ocaso es también un puente (entre el día y la noche). El río bajo el puente discurre hacia su propio ocaso, que es el mar. Y la basílica, al borde del río es espectadora de tanto puente y tanto poente. ¿Espectadora? El templo está orientado (no hacia poniente, si no se diría «occidentado», sino hacia Oriente), pero el resultado es el mismo. Sus pies miran a poniente, por lo que se sitúa paralelo al trayecto del sol, paralelo al discurrir del río,  en este caso, y perpendicular al puente. Pero el templo tiene a su pontífice. Compartiendo etimología, el pontífice tiene vocación de puente. No ya entre este y oeste o norte y sur, sino entre arriba y abajo, entre Cielo y Tierra. Por eso las torres de la iglesia apuntan al cielo, al que sólo se llega tras atravesar el último puente, en el poente (=el poniente) de la vida. ¿Que nadie ha vuelto para contarlo? Bueno, esa es la gracia de los puentes. Que estando en uno de los lados no tenemos muy claro qué nos espera en el otro.

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