Falso amigo n.º 32: escalator (inglés) ≠ escalador (español)
La RAE mantiene en su entrada de «escalar» la acepción de «entrar en una plaza fuerte u otro lugar valiéndose de escalas». Esta imagen tan apasionada y romántica nos remite a otros tiempos en que los escaladores eran los guerreros encargados de asaltar las murallas de una ciudad o un castillo por medio de las escalas. Hoy en día un escalador es algo diferente. Es un montañero que consigue trepar por fuertes pendientes y realiza ascensos más o menos peligrosos. Para ello se utilizan cuerdas, clavos, clavijas, arneses, mosquetones, rapeladores y no sé cuántos cachivaches más. El espíritu de aventura y la sensación de conquista sigue emparentando a los modernos escaladores deportivos con los antiguos escaladores militares. La palabra, obviamente, proviene del latín scala, escalera.
El latín gozaba a principios del siglo XX de un prestigio que la convertía en lengua ideal para bautizar nuevos inventos. Eso debieron de pensar en Norteamérica al presentar al mundo un novedoso artilugio: las escaleras mecánicas. Con la raíz scala, el sufijo tor que ya había sido utilizado con éxito en el elevator (=ascensor) y algún retoque más, surgió el «Escalator«. En principio fue un nombre comercial de la casa Otis Elevator Co. pero desde los 50 es una palabra común del idioma inglés.
Los escalators son indispensables en los centros comerciales, para ir cómodamente de una planta a otra cargados de compras. No sé si la imagen de los antiguos escaladores pesó en quien propuso el nombre con la idea de hacernos sentir a los consumidores como conquistadores del centro comercial. Por medio de esos ingenios mecánicos recorremos hasta la última esquina del gran local y lo abandonamos con nuestro botín con sensación de conquista, cuando en realidad es la amable fortaleza la que nos despluma con una sonrisa. A veces, hasta sin sonrisa.