Falso amigo n.º 43: cansalada (catalán) ≠ ensalada (español)

La sal es un elemento fascinante. Este producto de modesta apariencia simboliza a la vez la vida, la muerte y la pureza. Por un lado, la sal ha sido desde siempre sinónimo de vida. No en vano, una persona salada es una persona vital. Y sin embargo, la sal tiene otra cara oscura y macabra. En el Antiguo Testamento, por ejemplo, se repite la mala costumbre de salar las tierras de los enemigos. No se trata, evidentemente, de un intento de que las lechugas salgan con su puntito de sal, sino una acción punitiva que esterilizaba los campos. Ese poder mortífero es el que confiere a la sal su capacidad purificadora. La sal seca los alimentos, los hace poco apetecibles a los microorganismos y retrasa su putrefacción. Es la imagen de la sal como agente desinfectante. Vale tanto para matar bacterias como para espantar malos espíritus. Esta propiedad de conservante natural la convirtió en indispensable para distintas civilizaciones. Los romanos tenían verdadera pasión por la sal. Entre otras cosas, dio nombre al «salario» que recibían los soldados. El poder de la sal ha llegado a la lingüística y ha creado dos falsos amigos muy sabrosos, la ensalada y la cansalada; dos alimentos que no pueden ser más diferentes en esencia, pero cuyos nombres, recubiertos de una capa de sal, nos pueden llevar a confusión.

Por un lado nos encontramos con la costumbre romana de consumir verduras crudas. Para contrarrestar su amargor se sazonaban con sal y a ese plato lo llamaban herba salata. Es una saludable propuesta gastronómica que se encuentra bien extendida en nuestros días. En inglés se llama salad,  salade en francés y salada en portugués. Nuestra ensalada parece que viene a través del italiano donde la llaman insalata. El catalán añade cierta variedad a la ensalada y la llama amanida. Viene a ser un poco lo mismo, pues amanir significa aliñar, pero la sal queda un poco camuflada.

Donde no se disimula la sal es en la cansalada. La cansalada catalana tiene sal, pero no lechuga. Los romanos no sólo se alimentaban de ensaladas y en la dieta del soldado la carne constituía un elemento importante. Para poder transportarla y conservarla sin que se echara a perder la sal era esencial. El tocino salado constituyó durante mucho tiempo la forma más popular de consumir carne. Esa carne salada, en catalán carn salada ha dado lugar por contracción a la cansalada, que traduciríamos al castellano como tocino o panceta.

Como en el resto de entradas de este blog, en esta se han mezclado elementos dispares para crear una suerte de ensalada conceptual. Y como siempre, el tocino acaba coqueteando con la velocidad. ¿Y qué tiene que ver el tocino con la velocidad? Pues no lo sé, pero los catalanes, cuando corren mucho, en vez de sudar la gota gorda, sudan la cansalada.

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