Falso amigo n.º 76: palco (portugués) ≠ palco (español)
Cuando se va al teatro hay que tener cierto cuidado al elegir las localidades, pues la terminología puede ser confusa. Por ejemplo, en muchos edificios de teatro hay una planta que se denomina paraíso. Se podría llegar a la conclusión de que es una de las mejores zonas, pero no es así. Su nombre se debe a que es la parte que queda más arriba y generalmente posee escasa visibilidad.
Una de las zonas con más glamour la constituyen los palcos, que son los protagonistas de esta entrada. El nombre palco es un préstamo del italiano, que a su vez lo recibe del longobardo, idioma germánico. Los longobardos llamaban *balko a las vigas y de ahí procede la palabra italiana balcone y la española balcón. De una pronunciación más tardía el italiano heredó, de la misma raíz, la palabra palco, que pasó tal cual al castellano para referirse a uno de los elementos más característicos de la arquitectura de los teatros.
Un palco realmente es un balcón; es básicamente lo mismo. Los palcos de los teatros son habitaciones independientes con varias localidades, que se asoman al patio de butacas a través de balconcillos. En algunos teatros se accede a los palcos a través de una antesala privada (el antepalco), que le confiere un carácter de intimidad muy especial. Es el lugar privilegiado para ver sin ser visto. Pero el teatro no es un lugar donde el público se dirige únicamente para admirar cierta obra teatral. Los edificios de teatro clásicos son herederos de una concepción barroca del teatro. La gente acudía al teatro para ver y ser vista. Y los palcos son ideales para eso. La imagen que de uno mismo se ofrece desde un palco puede ser mucho más elegante que la que se da cuando te ven sentado en el patio de butacas.
Y en ese juego barroco de observar y ser observado, en portugués la palabra italiana palco cambia de posición. La palabra portuguesa palco alude al escenario. Se sigue refiriendo a un entablado donde se sitúan las personas, pero en este caso es donde se disponen los actores. No es el lugar desde el que se observa, sino el lugar donde hay que mirar. Es la magia del teatro aplicada a la lingüística. Uno ya no sabe si es espectador o protagonista.