Falso amigo n.º 100: soap opera (inglés) ≠ ópera de la sopa (español)
A finales del siglo XVI, en las refinadas cortes renacentistas italianas, hubo un intento de recrear la antigua tragedia griega: una forma teatral con texto cantado, coro y personajes. Y se descubrió la ópera, una de las expresiones artísticas más fascinantes de la cultura occidental.
El nombre ópera es un cultismo, la forma en plural de opus (obra en latín) y sugiere el espíritu multidisciplinar de esta forma artística. Es teatro y es música y es literatura y es decorados, vestuario, baile, drama y un montón de cosas más. La ópera tiene fama de ser un espectáculo elitista. Cierto es que ser testigo de semejante creación artística en directo, obra de muchos profesionales trabajando al compás, es difícil que resulte barato. Sin embargo, desde la aparición de nuevas tecnologías el acceso a estos espectáculos está al alcance de muchos.
Con la aparición de nuevas tecnologías me refiero, como no, a la radio, a principios del siglo pasado y un poco después, a la televisión. Con estos inventos, la música y la cultura entraron en millones de hogares de manera totalmente gratuita. El único precio que había que pagar era el publicitario. Las marcas de distintos productos se lanzaron a patrocinar diferentes programas radiofónicos y televisivos. Un formato con mucho éxito fue el serial, una historia que tendía a eternizarse a base de tramas y subtramas cada vez más intrincadas. Por lo dramáticas que a veces eran las situaciones, que recordaban a las típicas óperas románticas del XIX, a esos seriales se los conocía en el mundo anglosajón como operas. Y en concreto, a los que se emitían en horario laboral, seguido por amas de casa a las que se bombardeaba con publicidad de productos de limpieza, soap operas.
En el falso amigo n.º 1 ya veíamos que soap no era sopa, sino jabón. En el vídeo ilustrativo os ofrezco una delirante representación de lo que podría ser una ópera de la sopa, falso amigo musical interpretado por el Chema y Azucena.